PáginaI12 en Uruguay
Desde Montevideo
“Gracias, Pepe. Hoy tengo un hogar digno”, decía el cartel que llevaba por lo alto una niña junto a su mamá, mientras hacían una larga fila a las puertas del Palacio Legislativo, para despedir a José Mujica. La mujer, de nombre Verónica Márquez, con los ojos inundados de lágrimas y la voz entrecortada, dijo: “Es un día muy triste, muy doloroso. Gracias al Pepe hoy tenemos un techo digno, él fue el referente que impulsó el Plan Juntos”.
La familia Márquez llegó del departamento de Canelones, periferia popular de Montevideo, al centro, para darle el último adiós a quien gobernó Uruguay entre 2010 y 2015. Cuando llegó a la presidencia Mujica ya era un histórico referente del Movimiento de Participación Popular (MPP) dentro de la coalición de izquierda Frente Amplio (FA). Mujica donó casi el 90 % de su sueldo para caridad y siguió viviendo en su casa, dos gestos novedosos en la clase política.
En el camino al Ejecutivo, Mujica fue militante desde muy joven de una agrupación anarquista, luego guerrillero del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, rehén de la dictadura, legislador y ministro de Agricultura y Ganadería del primer gobierno del FA, liderado por Tabaré Vázquez.
La peregrinación de decenas de miles de personas, jóvenes con banderas de Uruguay y del Frente Amplio, jubilados, niños y adultos, era constante y ordenada para poder ingresar al velatorio público en el Salón de los Pasos Perdidos del Congreso uruguayo. La gente de pie que esperaba bajo un cielo despejado con sol se mantenía de a ratos silenciosa, pero de a ratos alguien gritaba frases de aliento como “Grande Pepe”, “El pueblo está contigo”. Cuando entró al Congreso Lucía Topolansky, la compañera de vida del Pepe, estallaron los aplausos.
Topolansky, de 80 años, demostró la misma fortaleza con la que lo acompañó a Pepe en los últimos días. Fue ella quien anunció que transitaba la fase final de un cáncer de esófago que le habían diagnosticado hace un año. Y declaró que estaría junto a él hasta el final, después de 40 años juntos tras reencontrase al final de la dictadura. Es que ambos se habían conocido en los años ´60, militando en la guerrilla urbana, luego estuvieron presos en el mismo período de tiempo y, con la amnistía de 1985, salieron en libertad. Coherente con su discurso anticonsumista y estilo de vida austero, Mujica cumplió con su voluntad al morir en su chacra, ubicada en Rincón del Cerro, junto a su esposa y exvicepresidenta.
“Viva Lucía”, le gritaron. Andrea Matto aplaudía. Esta enfermera jubilada, mientras se secaba las lágrimas, dijo categórica: “Pepe fue el mejor presidente que tuvo el Uruguay. El único que pensó en los de abajo y en la clase media. Este es el reconocimiento del pueblo”. Francisco González, mientras esperaba para subir las escaleras, contó como se sentía: “El Pepe es lo más grande que hay y siempre va a vivir dentro de nosotros”, dijo, visiblemente emocionado. “La verdad es que voy a extrañarlo mucho. Teníamos la misma coincidencia con las perras: mi perra se llamaba Manuela, como la de él. Él quiere que entierren sus cenizas junto a su perra en la chacra. Yo también con la mía, cuando me muera”.
Los restos de Mujica serán cremados y enterrados al pie de un árbol ubicado cerca de su chacra. El lugar lo eligió el veterano dirigente hace meses: allí también descansa desde 2018 la perra de tres patas a quien una niña vecina le puso el nombre por la tortuga Manuelita. La perra perdió una de sus patas en una accidente con el tractor que manejaba el Pepe.
En el velatorio, de la mano de su novia, una chica veinteañera destacó la agenda de derechos que dejó como legado Mujica. “Aportó mucho sobre todo en los temas de diversidad, por ejemplo, el matrimonio igualitario. Yo, como mujer que le gustan otras mujeres, puedo aprovechar de ese derecho”, dijo Romina Izagirre, estudiante de profesorado de historia.
Durante sus años al frente del Ejecutivo, Mujica sumó reformas que marcaron al país de 3,4 millones de habitantes. La más novedosa fue un inédito plan que para la regularización de la marihuana, que puso al Estado a manejar desde la producción hasta la comercialización el cannabis. También se legalizó el aborto.
Santiago Arismendez, de 18 años, estudiante de Derecho, caminaba hacia el velatorio público junto a sus primas y dio su parecer. “Mujica es todo para nosotros. Yo destaco la sencillez que tuvo, y acá estamos, despidiéndolo como se merece. Voy a seguir su ideología y apoyarlo toda la vida. Él ayudó a los pobres, escuchó a la población”.
El cortejo fúnebre partió antes del mediodía desde la Torre Ejecutiva (sede del gobierno) con el féretro de Mujica envuelto con las banderas uruguaya y del Frente Amplio y colocado en un pequeño carruaje tirado por caballos. Al ritmo de “A don José”, un canción uruguaya identificada con la izquierda, el paso de la caravana despertó aplausos y gritos durante los 12 kilométros de recorrido. Duró tres horas y se detuvo en calles emblemáticas en la vida militante de Mujica, donde están ubicadas las sedes de la coalición de izquierda Frente Amplio y de su partido, el Movimiento de Participación Popular (MPP).
Afuera del local del MPP, Alberto Bonessi, que fue guerrillero tupamaro y luego perteneció al espacio de Mujica, dijo que lo conoció de cerca. “Yo fui detenido en el interior, y Pepe en Montevideo. Estuvimos en el Penal de Libertad juntos un período, hasta que a él lo llevaron detenido como rehén. Es nuestro referente de la izquierda”.
Mujica fue uno de los nueve tupamaros que estuvieron como rehenes de la dictadura, trasladados de cuartel en cuartel, presos durante años bajo condiciones inhumanas. “Para mí fue un ser que nos dio mucho a los uruguayos. Lo conocí de joven al Pepe. Tengo 86 años, y a mis 35 años lo conocí, necesité que me ayudara, fui a la chacra, y me dio una mano”, dijo Gladys Godoy, envuelta en una bandera roja del MPP.