Corazón delator - 4 puntos

(Argentina, 2025)

Dirección y guion: Marcos Carnevale.

Duración: 89 minutos.

Intérpretes: Benjamín Vicuña, Julieta Díaz, Gloria Carrá, Yayo Guridi.

Disponible en Netflix.

El prolífico realizador argentino Marcos Carnevale –su filmografía está integrada por dieciocho películas, siete de ellas producidas durante el último lustro– completa su trilogía cardíaca. A Corazón de león y Corazón loco le sigue ahora Corazón delator, cuyo título nada le debe al clásico cuento de Edgar Allan Poe y sí un poquito a la canción homónima de Soda Stereo, que se oye durante los títulos de cierre. El resto es palo y a la bolsa, como gran parte de la obra del autor de Elsa y Fred, El fútbol o yo, Almejas y mejillones y Granizo; esto es, un cine ultra popular que no ambiciona mucho más que la repetición de fórmulas narrativas y/o dramáticas, la dependencia en la emociones más elementales y el atractivo de figuras reconocidas por el gran público.

Primo (muy, pero muy) lejano del investigador interpretado por Clint Eastwood en Deuda de sangre, el encumbrado ingeniero encarnado por Benjamín Vicuña sufre un accidente cardiovascular y es trasplantado de urgencia; aunque la operación es ciento por ciento exitosa, el donante se hallaba en el extremo opuesto de la escalera social y la sensibilidad ídem del receptor.

Precisamente, Corazón delator comienza destacando, montaje paralelo mediante, las disímiles vidas de Juan Manuel y Pedro, el rico y exitoso empresario de la construcción, soltero y sin apuros, y el albañil que hace changas y sueña con comprarse una moto, además de esposo y padre de familia. En típica disposición antagónica, las imágenes contrastan el lujo de la casa de varios pisos de uno, con pileta y amplios ambientes totalmente equipados, y el barrio popular en el cual habita el otro, postales de arquetipos que no dejan demasiado lugar para la sutileza. Pero –y ese “pero” hace a la esencia de la trama– Juan Manuel se interesa por saber de quién es ese nuevo corazón que lleva en su pecho y, a partir de ese momento, comienzan a desarrollarse enormes cambios en su interior. Como si ese órgano tuviera algo más que una función meramente biológica y, junto con la manutención del sistema circulatorio, ofreciera algo así como un alma más sensible, menos interesada en el dinero y el estatus. Ergo, ese corazón que delata del título.

Así dadas las cosas, y a contramano de lo que opinan familiares y socios e incluso su propia empleada doméstica, el protagonista deja de lado los trajes y relojes caros y se calza el mameluco para ayudar a la viuda del donante, Valeria (Julieta Díaz), y a sus vecinos para terminar de construir un centro comunitario que, con algo de suerte, logre impedir la demolición del barrio ante un proyecto inmobiliario de porte, de esos del tipo topadora que prometen renovar y modernizar. 

Los villanos –aunque no tanto, como se verá– son desde luego los empresarios, en concupiscente vínculo con los políticos, pero el film está menos interesado en todo eso que en llevar adelante el romance entre Juan Manuel y Valeria, quien desde luego desconoce por completo la verdadera identidad del extraño y empático extranjero. Con sus personajes secundarios de dos pinceladas, su “alivio cómico” de rigor y un deus ex machina que todo lo resuelve de un plumazo, Corazón delator necesitaría de un trasplante de alas para levantar un poco más el vuelo.