Hace unas semanas fui invitada por la ministra de Mujeres y Diversidad de la Provincia de Buenos Aires, Estela Díaz, a participar del cierre del congreso de Políticas para la Igualdad. En el evento, uno de los temas centrales de la conversación fue el ataque a la ciencia y la cultura por parte de las extremas derechas. Para mí, se quedaron cortas: las extremas derechas van por todo y lo vienen demostrando. El encuentro que moderó la propia ministra Díaz fue en la Universidad Nacional de Luján y tuvo un panel de lujo, encabezado por la socióloga e historiadora feminista Dora Barrancos, la periodista y escritora Julia Mengolini, la doctora en Letras e investigadora independiente del Conicet, Soledad Quereilhac y la comunicadora y militante transfeminista, Paulina Domínguez. Yo fui la última en exponer: había preparado un tema para mi oratoria, pero al escuchar a las otras invitadas, cambié todo. Conté que desde hace años, gracias a mi lugar en el mundo del espectáculo y por ser una travesti argentina que logró ser aceptada socialmente, participo en congresos, charlas y debates sobre diversidad. Es hermoso todo lo que se plantea, el deseo de una sociedad más inclusiva de la que nosotras formamos parte. Como en estos espacios de debate, siempre me pasa lo mismo: cuando llego, me siento muy a gusto y no un sapo de otro pozo, como me sucede habitualmente en mi vida. Durante la jornada, veo en lxs presentes la diversidad con la que sueño. Pero cuando salgo de ahí, la carroza se vuelve calabaza y vuelvo a comprobar que las personas trans no somos parte de la sociedad.
Confieso que desde hace unos días estoy bastante bajoneada por las cosas que suceden en este mundo cruel y desigual, en el que las personas trans ocupamos el último lugar en la pirámide de supervivencia e intentan dejarnos afuera de las luchas por la equidad de género. Los derechos humanos parecen ser constantemente desplazados por intereses económicos y políticas que priorizan el lucro sobre el bienestar colectivo. Cuando decidí ser Florencia, creía que en un futuro lejano (que en ese momento proyectaba unos treinta años hacia adelante), nosotras seríamos parte del mundo, con trabajos convencionales, acceso a la salud, a la educación y con mucha visibilidad. Ya soy una persona grande y puedo decir que eso no ocurrió. Si bien el mundo cambió y hoy hay mujeres trans que son modelos internacionales, actrices y algunas incluso han obtenido títulos universitarios, lo cierto es que las únicas que tenemos algún privilegio somos las que trabajamos en el espectáculo. Las demás siguen sin acceso a nada y con un promedio de vida de 35 años. Les juro que es desalentador ver cómo la desigualdad se perpetúa y a pesar de los avances que hemos logrado generando conciencia social, aún hay mucho por hacer.
A pesar de estos sentimientos de desánimo, es crucial recordar que cada acción cuenta y que la lucha por un mundo más justo no es en vano. En la provincia de Buenos Aires, por ejemplo, el cupo laboral trans sigue vigente. Ya ingresaron más de 600 personas a distintos ministerios. Trabajan con los municipios para la integración en las localidades y en el sector privado.
Le agradezco a la ministra Estela Díaz que promueva estos ámbitos de conversación como espacios de resistencia y construcción. Hoy más que nunca necesitamos lugares para pensar, construir y abrazarnos. Como dice la serie del momento, El eternauta: “nadie se salva solx”. Necesitamos unir nuestras voces, seguir educando, visibilizando a las minorías y ser agentes de cambio en nuestras comunidades.
Quiero recordarles a todxs aquellxs que a menudo pueden sufrir los actos de una sociedad brutal y adversa, que su vida vale: nunca se rindan por lo que otrxs piensan o dicen. Cada unx de ustedes es un ser humano lleno de potencial, amor y autenticidad. Su valentía por vivir genuinamente es un faro de esperanza para todxs lxs que enfrentan dificultades. A pesar de los desafíos que surgen a raíz de la incomprensión y el rechazo, sigamos luchando por un mundo en el que se celebren nuestras identidades y se reconozca nuestro lugar en la sociedad. Todes somxs dignxs de amor, respeto y oportunidades. Recuerden que cada paso hacia delante, por más pequeño que sea, es un acto de resistencia y un avance hacia un futuro más inclusivo.