Es bien sabido que la vigilancia está en todas partes, que estamos siendo vigilados en todo momento. Shoshana Zuboff explica que el capitalismo de vigilancia es el despojo de la experiencia humana, una forma de indiferencia radical fundamentalmente asocial, una tiranía que se alimenta de las personas. Los profesionales de las ocupaciones de "ayuda" reconocen que, al menos en los EE.UU., los Servicios de Protección Infantil (CPS) funcionan como una institución de control social, que amenaza con la separación familiar, particularmente para los pobres. El CPS organiza la ayuda en torno a la vigilancia, creando una experiencia de maternidad precaria que afecta a individuos y comunidades enteras.
La socióloga Kelley Fong realizó un estudio sobre los efectos desastrosos del escrutinio de CPS sobre las madres y sus hijos. Estas investigaciones suelen ser invasivas y usurpan la intimidad familiar sin límites. Esta vigilancia no es una señal de amor. Aquellos que trabajan con estas familias entienden que algo se pierde profundamente una vez que el CPS entra en sus vidas. Las madres quedan desmoralizadas, atrapadas en un estado de incertidumbre.
¿Qué esperanza les queda cuando la esperanza se entiende no solo como un pilar de bienestar, sino también como algo que nosotros, como "ayudantes" con intenciones correctivas, debemos transmitir?
Hace unos años, una madre que intentaba procesar su experiencia bajo la supervisión del CPS me dijo que siempre se había asegurado de tener todo lo que su bebé necesitaba, no quería ser una madre a la que le faltaran los elementos esenciales para su hijo. Pero una vez que el CPS llamó a su puerta, sintió como si no tuviera nada. Se volvió impotente, incapaz de continuar ni siquiera mínimamente con sus responsabilidades. Ya no podía encontrar formas de sostener los signos de su amor, los signos de su Érase una vez con su hijo, como ella decía. De ser una madre bajo estrés, se convirtió, a los ojos del sistema, en una madre riesgosa para sus hijos, que finalmente se determinó como una amenaza para su propio hijo.
Al final de su libro, Fong hace un comentario convincente criticando las formas de provisión de cuidado en los EEUU, donde el cuidado se brinda junto con el control, la supervisión y las sanciones. Aconseja a quienes trabajan con madres que adopten una actitud de humildad, reconociendo que no pueden presumir de saber lo que las madres realmente quieren. En lugar de emplear el poder de vigilancia del Estado, los profesionales deben dar un paso atrás y permitir que las madres creen alternativas.
Aquí, el psicoanálisis puede jugar un papel crucial, ayudando a los analistas a ocupar una posición inversa que Jacques-Alain Miller describe: trabajar contra la vigilancia dando una oportunidad a las palabras, permitiendo que emerjan las palabras que expresan amor por la persona y desmantelando el goce mortificante del Otro que erosiona todo vínculo que intentamos formar.
Como afirma Miller, lo que se vive merece ser contado, y lo que merece ser contado tiene el poder de reinventar el amor. Tiene el poder de "Érase una vez..." Tomando prestadas las palabras de Mauricio Tarrab, se trata de una ética -una ética psicoanalítica- que va en contra de las nociones convencionales de bienestar y placer.
*En Blog Psicoanálisis Lacaniano. 06/05/2025